El nacimiento de un hada es complicado.
A veces trae un ojo que no quiere llorar, que no sabe,
y tiene que aprender a jugar con él durante toda su
vida.
Tiene que inventar un cuento que explique
que lleva el color del río y el color del mar
en cada uno de los ojos.
Inventar un cuento es, sin duda, la mejor de las maneras.
Porque las hadas no saben vivir de otra forma.
Porque, si no, no entienden.
Y necesitan entender.
Por eso al final se encuentran todas, las hadas con
otras hadas.
Que saben inventar cuentos.
Y los cuentan.
Puede ser que un día me olvide, que me olvide de
recordar,
de guardar los plazos de la memoria, de dar cuerda al
reloj.
Puede ser que un día me olvide de tender al sol la
ropa y los recuerdos,
de añadir el ingrediente que faltaba. Y dónde puse las
llaves.
Puede ser que necesite un reguero de papelitos
amarillos
que me recuerden el nombre de todas las cosas.
Pero, si un día olvido, no quiero que se me olvide:
contar un cuento es crear un hogar. Y respetarlo.
La magia necesita silencio, necesita barro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario