Tú me advertiste de tus pozos.
Yo no pude advertirte
de lo que no sabía que existía.
Pero ahora me acompañas,
vienes conmigo a buscar al animal salvaje,
bajamos
juntos
a la
oscuridad.
Dejas que recorra yo sola la última parte del camino
y tú esperas buscando en el agua una palabra
que se lea igual en las dos direcciones.
He aprendido que el miedo nos pone a temblar todo el
cuerpo.
Se nos ha presentado la libertad y la hemos dejado
entrar.
Vamos a armar a nuestros hijos.
Vamos a contarles que las ganas de matar hay que
reservarlas
para los verdaderos enemigos.
Tengo tres tesoros encerrados en un puño.
Tengo tres plumas de cuervo en el cajón.
Déjame que te mire otra vez.
Y tú no te cansas de mirarme.